¿Por qué hay algo en vez de nada?

El ser ha sido siempre el tema fundamental de la filosofía.

     Desde el enfoque del ser logra profundidad el Logos y  una posible evidencia el qué somos y qué podemos esperar.

¿Qué es el ser?

Entendemos por "Ser" lo que realmente hay, el principio o causa inicial que ha dado la existencia a todo. Es la X que ha puesto en marcha el horno del big bang. Parece lógico que si esta fuerza precede al nacimiento del universo deba ser atemporal  y, por tanto,  "Si algo existe es eterno pues nada puede salir de la nada.  Si es eterno es infinito pues no tiene principio ni fin. Si es eterno e infinito es Uno pues si hubiera dos principios uno sería el límite de otro.     Si es eterno, infinito y Uno, también es inmóvil pues no hay ningún sitio adonde ir fuera de sí mismo..." (Meliso de Samos. s. V a.C.)

En este concepto del ser de Parménides, compartido por Platón no existía la creación. La nada absoluta es un concepto vacío ajeno a la realidad de lo que nos rodea. ¿Por qué existe algo en vez de nada? Para ellos era evidente la eternidad del mundo -cosmos-.  "El ser es, el no ser no es; lo que no es no puede ser; y lo que es (algo) no puede dejar de ser". (Parménides. s. V a.C.)

Ser se entiende como algo y "es" se refiere a existir. Puede leerse así: Lo que tiene sustancia existe y lo que no tiene sustancia no existe. No hay término medio entre ser y no ser. O se es algo o no se es nada. Esta idea es el punto de partida para entender las deducciones que se sacan del concepto "ser" que vemos arriba en la voz de Meliso.

Agustín de Hipona (s. V d.C.) relega la creación cristiana de la nada a una simple metáfora: "Una nada que es, esta sería mi definición. [...] Antes de que dieseis a esta materia informe su forma, no había nada. No una nada absoluta, puesto que había una masa informe sin belleza alguna. De esa nada sacasteis una casi nada y de la cual habíais de fabricar el mundo. Esta informidad no la contó la Escritura entre los días de la creación (Confesiones. Libro XII, 3, 8, 9).

Debemos entender la nada como la ausencia de algo que ya no está presente, y siempre en referencia a algo. Al decir: "no hay nada en esta mesa" entendemos que se ha retirado de ella lo que había encima. Este concepto del ser como Primer Principio, de donde ha salido todo, adquiere en el pensamiento de Platón tientes dramáticos. Aristóteles le habría sentenciado: "¿Para qué te inventas otro mundo si con este ya tenemos bastante? ".

Frente al ser de Parménides como un principio perfecto, inmutable y eterno, opuesto a la realidad de un mundo mejorable y cambiante, ahora Platón llega a inventarse un Demiurgo para darle realidad al devenir o actividad de la naturaleza. De esta forma brinda al cristianismo en bandeja la escisión de lo real en dos principios opuestos e irreconciliables: materia y espíritu, cuerpo y alma, cielo e infierno.    

Aristóteles, más prudente llama al ser: "motor inmóvil".  Una síntesis de ser y devenir. Plotino lo llama: Uno-Bien; Leibniz: Principio Activo; Nietzsche: La Voluntad de poder; Heidegger: Dassein (ser del ente), entre otros. 

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Principio de razón suficiente.

"La existencia de las cosas es razón suficiente para creer que hay un Principio activo".  (Leibniz). Tengamos en cuenta que el principio es "activo". Puesto que nada sale de la nada este principio tiene sentido. Y la razón en este caso sería doble. Al observar la naturaleza vemos que todo fenómeno tiene una causa, un porqué en el pasado; y también una razón final, un para qué futuro, está programado para hacer algo. Esto no implica que haya dos causas, pero presupone un principio y un finalidad, un antes y un después. Si en la eternidad no hay antes ni después sino presente continuo, tanto el principio como las cosas son eternas. Tendría que hablarse de un principio lógico, no real. Leibniz, como buen cristiano, no puede admitir que el mundo sea eterno. Supondría incorporarlo a la esencia divina. 

Nuestro pensamiento es bipolar. Buscamos los extremos de las cosas hasta convertirlos en opuestos: materia y energía, azar y necesidad, consciente e inconsciente, vida o muerte, blanco-negro. Ahora bien, nos damos cuenta de que entre el blanco y su opuesto está la gama de colores. Y así, los extremos dependen uno del otro. No son suficientes en sí mismos. Por tanto, ninguno de los dos es el Principio u Origen. Ser y devenir deberíamos verlos como dos aspectos de lo mismo. El ser no precede a los entes, aunque estos son manifestaciones del ser. ¿Cómo explicar la conexión entre el ser y el ente? ¿Solo el ser representa la verdad y los entes que cambian son una ilusión? ¿O solo son reales los individuos y el ser se reduce a un pensamiento abstracto?

¿Sería posible una unidad universal, una transición entre materia y espíritu, entre el cuerpo y el alma, y que el infierno y el cielo fueran estados de ánimo?

Empédocles consideraba al alma como semi material. Si puede captar las impresiones de las cosas debe de haber algún contacto del ser con la materia. De esta forma salvamos la ruptura en dos de la realidad, algo que no consiguió Platón. Este asunto es de enorme trascendencia para el desarrollo de la búsqueda del ser en uno mismo. Con esta filosofía unionista sería posible vivenciar el ser. Lo "espiritual" perdería su impronta de imposibilidad, y lo divino estaría cercano y accesible en esta vida. Experimentar lo divino dejaría de ser un absurdo a los ojos de la razón.


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"El ser se entiende de muchas maneras" Aristóteles.

"Ser" significa muchas cosas. Como sustancia -algo-,  se opone a la nada o vacío absoluto. "No-ser" se refiere a los individuos o entes que no comparten la inmutabilidad, eternidad ni perfección del Primer Principio y viven en el tiempo y adquieren una forma particular de ser. Es lo opuesto al Uno. Representa la diversidad. Se ha dicho que el Ser no puede existir al ser atemporal. No le afecta el tiempo. Es anterior al tiempo. Dios sería el único ser que no existe.

Se entiende que los entes participan del ser. Pues al ser la única sustancia en el origen, todo lo que hay se ha desprendido del Origen y debe llevar consigo algo del ser original. Por tanto, el ser reside en los entes.

Si el ser es eterno y no puede cambiar, la creación ha de ser eterna. No se entiende que en un momento de la eternidad haya cambiado su constitución, ni a mejor ni a peor. Por tanto, el devenir es un constitutivo del ser como sostiene Heráclito en su eterno retorno de las cosas. En cambio, Parménides entiende el ser como lo permanente, eterno, inmutable, con un solo significado: la Verdad. «Para alcanzar la verdad, no se debe seguir a los malos ojos, ni al oído ni a la lengua resonantes, sino que uno debe agarrarse a la fuerza del pensamiento» de la evidencia. (verso 55 Karsten).

"En Parménides descansa la fuerte creencia de que fuera del ser no puede existir nada más; la creencia de que el devenir y el perecer son ilusiones. Por tanto, el Logos conoce la verdadera esencia de las cosas, es decir, que las percepciones de los sentidos son sólo ilusiones". (Nietzsche: Los filósofos neoplatónicos).

Ser y devenir

"Dios está creando el mundo (mundos) desde la eternidad. El mundo es eterno... Sin el mundo Dios no es Dios... No solo te doy las gracias por tantas cosas hermosas que has puesto en este mundo, sino porque me amas; y no solo porque me amas, sino porque no puedes dejar de ser como eres".

(Maestro Eckhart: "El fruto de la nada", s.XIII).

El Ser se entiende como Uno, la unidad, frente al devenir en el que se da la pluralidad de seres. El número uno está contenido en todos los demás números. De igual manera, el ser, que viene representado por el número uno, se halla en todos los demás seres. Todos los números han de ser una suma del número uno. 
No se entiende que una sustancia eterna pueda cambiar a mejor o a peor en un momento dado de su eternidad. En lo eterno no existe pasado ni futuro. Lo hay hay es de siempre lo mismo. Por tanto, tan eterno es el ser como el devenir. Depende de la prioridad que demos a un aspecto o al otro.
Por la condición de nuestros sentidos conocemos las cosas en el devenir y de ellas concluimos que han debido de tener un principio. Mas no concebimos ningún principio en la escala eterna del tiempo. No hay un antes ni un después. Si retrasamos nuestra velocidad de percibir, todo se volvería vertiginoso. Nada permanecería quieto. Lo esencial sería el movimiento.
La característica más abstracta desde el punto de vista del ser es la unidad en lo eterno. Y desde la perspectiva del devenir, lo importante del ser es la Inteligencia que muestran los seres complejos, especialmente los seres vivos; el cuidado en permanecer durante lo que dure lo programado para cada individuo. Y a escala humana, el realizar aquello para lo que estamos dotados por naturaleza. Sin embargo, percibimos el lado escondido del ser: su ley inmutable que gobierna el movimiento constante. Percibimos el devenir, pero la naturaleza esconde su razón de ser, su ley, su inmutabilidad. Se ha dicho que la naturaleza no miente, pero se esconde. Esta es la controversia entre ser y devenir, que conlleva dos formas opuestas de filosofar.