Buscando la serenidad
"El alma es una chispa de la divinidad".
De la Tebaida al monte Athos y misterios de Delfos
Fueron numerosos los filósofos griegos que visitaron Egipto donde tomaron contacto con los gimnosofistas indios. Pitágoras residió durante diez años para aprender el idioma y el saber de los sacerdotes.
La filosofía de los sacerdotes egipcios era muy estimada por los filósofos griegos. También la mitología adoptó ritos y creencias egipcias como considerar el alma un soplo divino ajeno al cuerpo.
En el s. V muchos anacoretas se retiraban a los alrededores de Luxor en Tebas para dedicarse a la oración. Tenemos referencias de Agustín de Hipona en diálogo con Ponticiano sobre Antonio, monje de Egipto y "la muchedumbre de monasterios y los enjambres de monjes" de la Tebaida. Agustín estaba enfermo y quizás por este motivo no se retiró al desierto de Tebas.
"Sentía flaqueza en el pulmón y sacar el huelgo suspiroso. Dolores en el pecho anunciaban una lesión... y dificultad en la respiración" (Confesiones, IX, VII)
Denostaba las experiencias de los anacoretas atribuyéndolas a potencias demoníacas del aire:
"Muchos intentaron este camino y cayeron en el deseo de visiones desatinadas y fueron tenidos por dignos de sus propias ilusiones. Engreídos, abombando más su pecho que golpeándolo se atrajeron las potencias del aire que los engañaron..." (X, XLII)
Este texto hace alusión a técnicas de respiración que debían practicar los anacoretas. Con la llegada del Islam los monjes griegos se refugiaron en el Monte Athos. Gregorio Palamas en el s. XIV enseñaba allí la oración del corazón como Gregorio el Sinaíta, s. XIV, que vivió en el monasterio de Sta. Catalina y decía:
"Santuario verdadero es el corazón sin pensamientos, movido por el Espíritu. Allí todo se celebra y se expresa neumáticamente. Domina tus pulmones..." (Filocalia).
El glorioso santuario de Delfos se alzaba cerca de Atenas. Su lema era: "Conócete a ti mismo". En él tenían lugar iniciaciones para conocer el ser que se vivía como una visión de inmortalidad. Fue visitado por emperadores, hombres de ciencia o filósofos y estaba abierto a todo el que deseara conocer la Verdad. La lista de espera para conocer los misterios era de varios años. Los testimonios son elocuentes y hablan por sí mismos:
"Dichosos de entre los hombres de la tierra aquél que ha contemplado estos misterios, que podrá disfrutar de tantas cosas buenas después de la muerte". (Sófocles)
"Cuando considero los bienes que deben los helenos al oráculo de Delfos en la guerra, epidemias, hambres... se me hace difícil no atribuirlo a la divinidad y tener que atribuirlo a la casualidad... Se viaja a través de la oscuridad, todo son temores; después una luz maravillosa ilumina al peregrino que es admitido en las puras praderas donde hay voces y danzas y la majestad de los sonidos y visiones sagradas. Es total libertad." (Moralia de Plutarco, s. II d.C.)
"Nuestra vida está consagrada a estos misterios y por eso tiene que ser bondadosa y alegre, pero la mayoría la profana con sus refunfuños y preocupaciones". (Diógenes).
"Me cubrieron con ropa de lino y me llevaron de la mano al santuario (interior del templo). Me acerqué a las mismas puertas de la muerte y puse un pie en el mundo de Perséfone. Me permitían volver pero era llevado a través de todos los elementos. A la media noche vi un sol brillar como si fuera la luna. Entré en presencia de la diosa del mundo subterráneo y de la del mundo superior. Estaba cerca de ellas y las adoré. El alma en el momento de la muerte tiene la misma experiencia que aquellos que son iniciados en los misterios." (Apuleyo: El asno de oro. S. II d.C.)
"Cómo vivir con alegría y cómo morir con mejores esperanzas. Es imposible negar, a menos que pretendamos invalidar la historia, que este oráculo ha sido en verdad sincero durante siglos. Entre los muchos dones espléndidos y divinos de Atenas nada hay mejor que estos misterios." (Cicerón: Sobre los dioses. s. I )
Tengamos en cuenta que los ejemplos que usan los neófitos para expresar esta vivencia única y extra-ordinaria del ser pertenecen a su época o contexto sociorreligioso. Por ello, deben interpretarse como símbolos de unidad y de inexpresable plenitud.