2. La Providencia en Proclo

21.02.2023

En la Leyes de Platón (Libro X, 903 b) se define la Providencia como pronoia: "El determinante de un evento que debido a una racionalidad objetiva e intrínseca reconduce la acción hacia el Bien supremo que regula autónomamente las cosas del mundo".  

No se trata, entonces, de una entidad inteligente o un dios que gobierna a capricho el cosmos, sino de una realidad objetiva y racional, además de residir en la materia que se da en cada fenómeno.  Es decir, es objetiva porque no se atribuye a ningín sujeto; y es intrínseca porque actúa desde dentro de la materia. El término "determinante", como conductor irremediable de un evento, excluye el concepto de libertad. Hoy en día lo llamaríamos "fuerza", aunque no conocemos realmente lo que esto significa. Si admitimos que este cuidado del ser hacia las cosas se da en la naturaleza, también es lógico pensar que este mismo cuidado es necesario para que el ser no se limite a un principio inactivo. Y si hay cuidado en lo físico, hay un cuidador metafísico que esté por encima de lo que ha de ser cuidado.

Partiendo de que en la naturaleza se da un componente racional en los procesos y que del origen primero han salido unas de otras todas las cosas, tiene sentido hablar de bienes y del Bien. En este contexto, la Providencia sería el cuidado intrínseco y necesario puesto en los mismos bienes y que permite a estos una duración determinada en el tiempo. Es decir, cada especie, cada ente, lleva incorporado una fecha de caducidad, usando términos actuales, y una programación que va a determinar los fines y objetivos establecidos en su lógica interna. 

Surge ahora el problema del azar vs. necesidad. En cada proceso actúan un cúmulo de factores aleatorios, externos y diferentes, por aquello de que nada se repite en la naturaleza. ¿Cómo podría una programación fija incorporada en cada ente permitir la evolución de las especies? Dicha programación, que podríamos cosificar en el ADN de todo ser vivo, debería prestarse a modificaciones internas y externas. Ahora nos enfrentamos a los dos niveles platónicos de realidad; uno con respecto a la racionalidad observada en la naturaleza, que llamaríamos Destino. Este gobierna el encadenamiento ciego y temporal de los sucesos físicos; y en un nivel superior y metafísico tenemos el cuidado o Providencia, que necesariamente ha de atribuirse al ser. La Providencia viene asociada al Uno-Bien original del ser. 

Plotino llamó "razón seminal", en Enéadas (III, 2,2), a la racionalidad que subyace en cada ser vivo. E Inteligencia al concepto abstracto y metafísico que aspira a la armonía de todo lo exitente en el cosmos. Desde esta lógica, la Providencia no está sujeta al azar ni a la casualidad, puesto que es necesaria para el desarrollo del ser en el devenir.  Sin su cuidado o sin una duración temporal de las cosas nada existiría. Por ello, del Ser no solo han salido los existentes o entes, sino también su durabilidad, cuidado y programación, además de las capacidades para llevar a cabo sus potencialidades. Y cada palo que aguante su vela, dice el refrán marinero. 

¿En qué nos atañe esta filosofía helenística de Proclo?

- A nivel físico, lo contingente puede cambiar y no es imprescindible para un evento particular.  Busquemos lo necesario por encima de lo prescindible, y démosle prioridad a los bienes del alma sobre los más particulares que proporciona el mundo físico. Alcanzar bienes requiere esfuerzo. Si la virtud se alcanza con el esfuerzo, la virtud no surgirá en la prosperidad sino en las dificultades. 

-  En nuestro diseño humano se ha incorporado el esfuerzo, la fuerza que permite alcanzar los bienes que estén a la mano.  Aquellos bienes que nos llegan sin esfuerzo no serán tan valorados. Y los bienes gratuitos puede que no sean tan buenos. A su vez, disponemos de excelentes y numerosos bienes asociados con la vida. ¿Pero, apreciamos la importancia de una sonrisa? ¿Valoramos el tesoro de la respiración cuya infinidad de alientos podría brindarnos una excelsa forma de vida? ¿Vislumbramos el orden que oculta el desorden? ¿Nos esforzamos en buscar lo invisible sin quedar atrapados en las apariencias? ¿"Permitimos que la naturaleza superficial de las cosas se acumule progresivamente en el alma y la oprima?" (Platón: República, VII, 518c). 

- Lo divino, en su formato de devenir, ha de residir en la materia. Ha de estar cercana y próxima la posibilidad de conocer y vivir con el ser. Y este no debería ocultarse a un esfuerzo sincero de buscar la Verdad. Quizás, la dificultad resida en nosotros y en no conocer sus reglas del juego. Así podría entenderse cómo Heidegger se vio abocado a "morir ante un Dios ausente". En cambio necesitamos más el optimismo de Anaxímenes con el dicho: "Al ser hay que buscarlo en lo físico y en lo psíquico".