3. María Zambrano: Claros del bosque

03.02.2023

María Zambrano nació en Vélez-Málaga en 1904 y fue discípula de Ortega y Gasset. Como Unamuno, su pensamiento se integra en el existencialismo. Heidegger concibe el ser humano -Dasein- como la confluencia en el tiempo del ser desprendido de su origen primordiar -Ereignis- y la reperesentación del mundo. Dado que la representación de lo que vivimos viene deformada por nuestra interpretación subjetiva de cómo son ya las cosas, recurre Heidegger a la metáfora de la claridad, Lichtung, como ejercicio de desocultación para alcanzar la verdad. Es decir, el descubrir el ser separado en lo que se muestra ante nosotros. En este entorno filosófico se desarrolla la razón poética que inaugura María Zambrano.

"El claro del bosque (metáfora del ser separado y escondido en el ente) es un centro en el que no siempre es posible entrar; desde la linde se le mira y el aparecer de finas huellas de animales no ayuda a dar ese paso. Es otro reino que un alma habita y guarda. Algún pájaro avisa y llama a ir hasta donde vaya marcando su voz. Y se la obedece. Luego no se encuentra nada, nada que no sea un lugar intacto que parece haberse abierto en ese solo instante y que nunca más se dará así. No hay que buscarlo. No hay que buscar. Es la lección inmediata de los claros del bosque. No hay que ir a buscarlos, ni tampoco a buscar nada en ellos".

Con esta descripción se adentra María Zambrano en el Aquí del ser en el hombre. Inmersos como estamos en la vorágine del mundo que hemos interiorizado, se nos avisa a modo de llamada a adentrarnos en el "intrépido y claro corazón de bello cerco" (Parménides y Empédocles). En esta esencia esférica de lo divino (Jenófanes) que cantaban los filósofos griegos solo se le permite al alma contemplar y admirar el claro espacio vacío y redondo del Ser.

"Y queda la nada y el vacío que el claro del bosque da como respuesta a lo que se busca. Mas si nada se busca, la ofrenda será imprevisible, ilimitada. Ya que parece que la nada y el vacío hayan de estar presentes o latentes de continuo en la vida humana... Suspender la pregunta que creemos constitutiva de lo humano. La maléfica pregunta al guía, a la presencia que se desvanece si se lo acosa, a la propia alma asfixiada por el preguntar, a la propia mente a la que no se le deja tregua para concebir silenciosamente..."

El claro en el bosque mundano representa el vacío interior, primer paso necesario de esta razón poética cuyo método, en esencia, se basa en la continuidad. Una forma de paciencia y de saber estar habiendo uno mismo desaparecido. Solo entonces se muestra en el Aquí la alegría del ser que comienza a respirar y a vivir inundado de lucidez. Ya no se pregunta por el ser de las cosas, ni siquiera por el Ser. Solo contempla y comienza a despertar a una nueva vida, "Incipit vita nova".

"Y, en el fondo, ya no surge la pregunta sino un clamor despertado por aquello invisible que pasa solo rozando. ¿Adónde te escondiste? A los claros del bosque... no se va a preguntar. Y así... uno acaba encontrándose por puro presentimiento recorriendo bosques de claro en claro tras el maestro que nunca se le dio a ver: el Único, el que pide ser seguido y luego se esconde detrás de la claridad... Desde siempre el ser ha estado escondido y, por ello, se ha preguntado el hombre a sí mismo acerca de él... Y en cada despertar el ser, recibido sin duda desde antes, el ser preexistente emerge... está a punto de revelarse como llamado por una luz que no ve, por una luz que lo toca y se derrama en ese lugar, nido quizá, donde alienta".  

Así ve María Zambrano la conexión con ese ser que mora en nosotros y que se ha separado del ser original; este ser que habita en los entes no es sino un ex, es decir, un ex-ist-ente. Vivir en el presentimiento o en la experiencia que da la fe y la creencia, genera la necesidad de intentar conocer lo que se esconde o, aún mejor, sugiere que no nos escondamos del ser que alienta en nosotros.

"Lo primero en el respirar ha de ser la inspiración, soplo que luego se da en un suspiro, pues en cada expiración algo del primer aliento alimenta el fuego sutil que encendió. Sustancia que, a partir de la inspiración primera, encadena al individuo que nace con el respirar a la vida toda desde su escondido centro."

El tema del aliento como forma de conocer el ser interior y de elevación espiritual ha venido siendo un secreto a voces en la historia de la filosofía occidental a partir del cristianismo. Los datos más antiguos versan sobre los filósofos hindúes o gimnosofistas; luego, los anacoretas de la Tebaida y los monjes griegos de Capadocia y del monte Athos han inspirado a los místicos cristianos y luteranos: Como contrapunto, la tradiciones religiosas orientales han popularizado esta forma de saber ancestral. Actualmente lo conocemos como meditación no pensada, es decir, no dirigida ni controlada por textos ni dogmas que condicionen las conclusiones que esta práctica puede proporcionar. (Mircea Eliade: Yoga, inmortalidad y libertad. Pléyade, Buenos Aires. 1971)