Azar y necesidad

07.03.2023

Comencemos con distinguir lo que es necesario de lo azaroso o circunstancial. Aquello que no puede ser de otra manera a como es lo llamamos necesario. Lo casual o el azar puede ser o puede no ser. Cuando no se conocen todos los elementos que intervienen en un proceso, atribuimos los resultados al azar o a la casualidad. Estamos ante un proceso probabilístico. En la filosofía tradicional se ha llamado "contingente" como lo opuesto a "necesario", lo que no puede ser de otra manera, lo que está totalmente determinado en su origen.

En el platonismo cristiano, este ser eternamente perfecto no puede crear nada imperfecto, limitado y temporal como es el mundo de las cosas. Y siendo atributos suyos todas las cualidades elevadas al infinito es también perfecto y no tiene, por tanto, necesidad de nada. No depende de nadie pues nada existe fuera de él mismoY, puesto que  ha creado el universo, ha debido ser por alguna causa final, con algún propósito, en beneficio de algo o de alguien, pero nunca por necesidad. 

Platón suaviza esta bipolaridad de sustancias: lo perfecto vs. imperfecto; lo limitado frente a lo ilimitado; lo eterno frente a lo temporal... Ya que las cosas son buenas al favorecer la creación de nuevos seres, ha de suponerse el principio del Bien en el origen de todo. El Bien en su eternidad se vuelve perfecto y se desborda como vemos en la naturaleza con la generación por innumerables semillas. El Bien lo llena todo. Entonces, el mundo existe no debido a una necesidad del Bien, sino a su propia perfección y plenitud.

En el creacionismo cristiano no tiene sentido que este Dios o sustancia primera no haya hecho nada en esa eternidad a la que se asoma el pasado; y que ahora esté creando algo temporal para luego volver a otra eternidad futura en la que no va a hacer absolutamente nada... Así pues, la creación ha de ser eterna y, en consecuencia, por la necesidad de ser como es ese primer principio: activo. Este Dios no puede actuar sujeto a contingencias. Lo que hace lo ha debido de estar haciendo desde siempre y para siempre. El mundo es necesario en su definición de principio activo. Y dicha actividad creadora sería eterna.  

Dice Plotino en su concepción emanatista (no creacionista) de la pluralidad de seres: "El uno es perfecto porque no persigue nada y no tiene necesidad de nada.  Al ser perfecto se desborda y así su superabundancia produce lo otro. Siempre que alguna cosa alcanza su perfección, vemos que no puede seguir siendo la misma, sino que engendra otras cosas. Por tanto, el ser perfectísimo tenía que engendrar algo". (Enéadas V, 2, 1). 

Además de ser activo ese primer principio ha de ser también pleno, lleno de seres. Es necesario que lo llene todo pues la nada absoluta no tiene cabida en el mundo de las cosas. Todo lo que hay es el ser, todo está lleno, todo lo ocupa el ser en sus múltiples facetas de seres. El universo está lleno, bien de materia oscura o de otro medio que permita la transmisión de la luz y de las ondas por todo el cosmos. 

"Se dice que las cosas son continuas siempre que tengan un mismo y único límite, cuando se superponen y lo poseen en común." (Aristóteles: Metafísica X, 1069a). Este es el principio de continuidad: cuando ambas membranas celulares se unifican en una sola se produce un intercambio de sustancias de una a otra. Pero si dos células juntas están separadas por sus dos respectivas membranas, decimos que son contiguas. Todos los seres estaríamos en continuidad unos con otros, pues los límites de los cuerpos no están definidos de forma absoluta y el intercambio de gases es constante.  

Podría decirse que del Principio activo original deben deducirse los principios de plenitud, recogido por Platón, y el de continuidad por Aristóteles. Esto explicaría el rompecabezas antiguo de la acción a distancia entre dos cuerpos alejados uno de otro. ¿Cómo la luz del sol puede llegar a calentar la tierra? ¿Por qué se atren el hierro y el imán? 

Al oberservar la continuidad entre seres vivos de la misma especie, no deja de sorprendernos la gradación sutil entre el antecesor y el descendiente. Son casi iguales ambos, salvo en unas leves diferencias que son de necesidad para poder hablar de evolucionismo en las especies. En el s. II Máximo de Tiro sugiere una gradación de entidades entre el hombre y la divinidad para suavizar la división del cosmos en materia y espíritu: "Si el daimon es inmortal e impasible y el hombre es mortal y sufre, a partir de ambos hay que establecer una entidad común, superior a un hombre e inferior a un dios, si ha de haber una proporción entre los extremos; pues si dos cosas están separadas por naturaleza, también se excluirá siempre su encuentro, a menos que un término común los acoja a ambos. Ej.: el mediador entre el fuego y el agua es el aire... En todo lo que es compuesto hay algo ensamblado que precisa de mediación, que enlaza con otro compuesto, pero ambos deben tener el mismo compuesto". (Disertaciones VIII y IX).

Resumiendo a modo de reflexión. El dualismo de dos principios eternos creadores del cosmos presenta series dificultades lógicas y de consecuencias incongruentes. ¿Qué término medio podríamos hallar entre estos extremos de azar y necesidad? ¿Es posible que la necesidad principie el origen de las cosas determinando sus capacidades y funcionamiento, y que la casualidad intervenga en las actividades sucesivas? De esta forma salvaríamos el concepto de libertad; la cual solo sería posible en el campo del azar, es decir, en la ilusión estadística. ¿Se reduciría la libertad a elegir entre aceptar lo necesario o luchar contra natura? Si fuera así, el sufrimiento sería causado por una mala elección. 

Si la naturaleza es dirigida por la necesidad que impone la programación del orden natural en las cosas, el acercamiento al mundo interior debería pertenecer al campo de la necesidad y no del interés casual de la conciencia. El interés como la curiosidad varían en intensidad: ahora menos, luego más, mañana no sabemos. Entonces, parece acertada la actitud de completa determinación, de aceptar la absoluta necesidad para conocer nuestro ser personal, y que el deseo llegue a ser tan intenso que se vuelva necesario. La probabilidad entretiene, atora la voluntad y nos sumerge en la casualidad y el azar. En cambio, el ser se gobierna a sí mismo por la necesidad. ¿Cómo subirnos al tren de lo necesario con el equipaje de lo casual, de lo transitorio? Puesto que la eternidad del presente es atemporal, la voluntad ha de ser pertinaz y reiterada. Lo bueno que alcancemos en este presente perdurará en el siguiente.